El economista y académico e investigador de la Facultad de Administración y Economía de la USACH y de la U. de Cambridge, Dr. José Gabriel Palma, profundiza, en una columna publicada por el Centro de Investigación Periodística, CIPER, tanto en el origen de dicha crisis, como en el rol de los analistas y el nuevo ciclo que se ha generado.

news_032_01"La última semana de enero y la primera de febrero representan el cambio bursátil más brusco en más de un siglo". Con esta frase, el economista y académico e investigador de la FAE USACH, Dr. José Gabriel Palma, explica la peor semana de la Bolsa de Nueva York desde la crisis global de 2008.

La columna analiza tanto el origen de la crisis, como el rol de los "analistas" que hoy lideran el olvido. El énfasis se pone en el hecho de que, como se sabe que los gobiernos siempre van a rescatar a las finanzas, se ha generado un nuevo ciclo: "éxtasis-pánico-amnesia", y todo puede continuar como si nada, con precios de los activos financieros totalmente desarticulados de la economía real.

Palma se pregunta qué sentido tiene dejar que estos mercados, donde los especuladores saben el precio de todo pero el valor de nada, determinen precios tan importantes en nuestra economía, como el tipo de cambio.

Titulada "Cuando todo es mentira (hasta la amnesia): fantasías financieras, ineficiencia desatada", el economista de la FAE, sentencia que febrero de 2018 se va a recordar como el mes donde las finanzas internacionales pasaron del éxtasis al pánico, y luego a la amnesia maníaca casi sin pestañear. "Aunque ya se prefiere olvidar, en la primera semana de febrero los mercados financieros internacionales vivieron días de gran sobresalto, con pérdidas acumuladas en las principales plazas de hasta un 10% respecto de su punto más alto a fines de enero. Si se toma toda la semana del 5 de febrero, excepto la ultima hora de actividad en la tarde del viernes, la Bolsa de Nueva York tuvo su peor semana desde la crisis financiera global de 2008" agrega Palma.

Y todo esto, continúa la publicación, después de un año (2017) que se había caracterizado por tener la menor volatilidad accionaria en más de medio siglo, pues si bien las acciones habían subido a tasas elevadas (el S&P 500 en más de un quinto), lo habían hecho en forma sorprendentemente estable.

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