El actual director del Departamento de Contabilidad y Auditoría de la Universidad de Santiago de Chile, fue uno de los egresados de la primera generación de Contadores Públicos y Auditores de la Universidad Técnica del Estado. Su lucha ha sido siempre defender el legado de los fundadores de la carrera, por eso optó por volver a la universidad dejando de lado importantes cargos gerenciales y su empresa de consultoría para continuar aportando en acrecentar el sello de distinción que le dieran a la carrera grandes profesores como Luis Vargas, Julio Bosch y Darío Oses.

news_319_01En el marco de la celebración de los 50 años de egreso de los primeros contadores públicos y auditores de la ex Universidad Técnica del Estado, conversamos con el actual director del Departamento de Contabilidad y Auditoría de la Facultad de Administración y Economía de la USACH, Juan Ivanovich Pagés. En la siguiente entrevista, Ivanovich nos abrió las puertas a recuerdos, historias de esfuerzo, desafíos profesionales que marcaron a un grupo de alumnos en los años 60. También se refiere a cómo se vive la profesión en los jóvenes que, medio siglo después, se enfrentan a nuevos desafíos y un mundo completamente distinto.

En su rol de director del Departamento de Contabilidad y Auditoría de la FAE y además, como parte de los 19 graduados de la primera generación de contadores auditores de la UTE, ¿Qué sensación le produce que ya hayan pasado 50 años y cómo ha visto la evolución de la carrera en estos años?

Se enfrentan dos escenarios distintos: el escenario de la década del 60 y el escenario actual, del 2018. Nosotros teníamos la misión, sin saberlo, de ser los pioneros de una carrera, que pasó por primera vez a ser universitaria. El creador de esta carrera, Luis Vargas, fue visionario, pues entendió cuál era el rol que este tipo de profesionales tendría en el futuro. En 1965, fueron 65 alumnos los que ingresaron a la carrera, y sólo 19 egresamos. Esto demuestra la exigencia del nivel de aprobación. La mayoría de los estudiantes éramos de clase muy humilde, en lo económico. Íbamos a ser todos, los primeros universitarios de la familia.

Si bien es cierto, venía un gran cambio en todos los niveles, social, económico, político y tecnológico; nosotros estábamos desvalidos de recursos, no obstante que la universidad era gratuita. No había ningún indicio de usar elementos computacionales. No había redes, no había bibliotecas virtuales, no había ni siquiera una fotocopiadora, entonces el esfuerzo que debíamos hacer era muy grande. Eso no nos impidió llegar a ser líderes de la profesión. La mayoría llegamos a tener cargos muy importantes, gerentes, y algunos de ellos, llegaron a posiciones internacionales, de apoyo a los directores de empresas gigantescas y eso fue un sello distintivo. La primera generación partió con el pie derecho.

¿Cómo eran esos jóvenes de la primera generación?

Había una cultura entre los alumnos muy distinta a la que yo percibo hoy. Nosotros teníamos más deberes y obligaciones que derechos. Hoy día uno visualiza que todos quieren derechos y no quieren obligaciones. Nuestra obligación era responder a la familia, a nosotros y a la exigencia de la carrera y eso nos hizo bastante fuertes, como diría por ahí un destacado comentarista fallecido, éramos hijos del rigor.

El escenario actual es distinto. Existe mucho empoderamiento, los jóvenes no van a las bibliotecas como lo hacíamos nosotros con los escasos libros que teníamos. Ahora existen las bibliotecas virtuales, Internet y estos avances tecnológicos hacen que sea más fácil acceder a la información. Pero, veo que nuestros alumnos exigen cosas distintas. Los intereses son otros y remarcar un sello y el legado de los fundadores se vuelve cada vez más difícil. Llama la atención que para los alumnos la historia de la carrera y de nuestra institución no resulta atractiva a primera vista, seguramente como consecuencia que por décadas hemos insistido en la importancia del futuro. Tenemos el doble rol de mirar adelante sin perder el interés por el origen, esa es nuestra responsabilidad como formadores.

Nuestra carrera está posicionada como una de las MEJORES EN EL MERCADO NACIONAL, actualmente con más de 1.100 alumnos en las aulas y cerca de 7.000 egresados que han contribuido al desarrollo de la sociedad.

Parte de la mística que alberga nuestra carrera es que nuestros estudiantes entienden que estar aquí implica una responsabilidad, la de fortalecer el sello que por décadas hemos construido. Nuestros alumnos no vienen solo en busca de un título, vienen en busca de la profesión que les permitirá desarrollar su proyecto personal y contribuir al desarrollo de la sociedad.

Desvincular nuestra historia de las exigencias presentes y futuras, implica acabar con un legado y tradición de compromiso con nuestro país y la sociedad toda.

¿Cómo se ha trabajado esta desvinculación histórica?

En el tiempo, los directivos del Departamento y la Facultad se han ocupado de mantener y acrecentar nuestro sello de excelencia. Yo me auto impuse trabajar en ello. Tuve muchas opciones laborales en el sector empresarial, pude acceder a cargos gerenciales, pero decidí seguir mi convicción y contribuir desde la Universidad. Opté por instalarme aquí y desde nuestro Departamento defender los logros alcanzados y trabajar por alcanzar las metas que estaban pendientes, además de trazar nuevos propósitos. Hace más de 50 años que estoy vinculado a la Universidad, primero como estudiante, luego como docente, años más tarde como directivo superior y hoy como Director del Departamento de Contabilidad y Auditoría. Estoy aquí porque mi compromiso es entregar a las nuevas generaciones más y mejores herramientas que las que otrora recibí. Vivimos el esfuerzo de nuestros profesores y vivimos la experiencia de armarnos a partir de los escasos medios que hace medio siglo teníamos disponibles. Hoy hay más facilidades para los estudiantes y eso se traduce en mayores desafíos para académicos y profesores, en alguna medida tenemos el desafío de encantar a estudiantes que experimentan una realidad distinta.

En términos de la metodología de estudios, las generaciones actuales cuentan con más herramientas que las que tenían ustedes, ¿qué destaca usted de la metodología de estudio que tenían en aquella época?

Nuestra realidad era la de formarnos a partir de la experiencia y el conocimiento de los profesores que tuvimos, en aquella época había menos material de apoyo disponible, de allí que sostengo que nuestro pilar formativo fueron los profesores y, tuvimos la fortuna de aprender de los mejores. Fuimos alumnos de destacados maestros de la especialidad, quienes nos transmitieron una identidad a partir de la que creamos un sello de calidad profesional, seriedad y compromiso.

Cuando recuerdo a Luis Vargas y Julio Bosch, veo a profesionales exitosos, respetuosos de su rol y de sus estudiantes. Las aulas eran espacios para el intercambio de ideas en un ambiente de respeto y consideración mutua. Por cierto no había dispositivos móviles, por tanto, el centro de la clase era el profesor y cómo éste la guiaba. Hoy nos vemos enfrentados a dispositivos de uso masivo, hace ya muchos años que el profesor dejo del ser el centro per se, por tanto, debimos reinventarnos. Es parte del avance de los tiempos, pero para quienes nos formamos en un ambiente distinto, no deja de generarnos cierta nostalgia.

Las metodologías, estaban en el pizarrón y en guías de estudio, pero con mucha exigencia en la investigación. Recuerdo que don Luis Vargas entregaba guías de los temas de cada capítulo. Ponía grandes temas a disposición de nosotros, pero era nuestra obligación desarrollarlos y estudiar sobre esa base. De hecho, yo me caractericé, porque desarrollaba esas guías y se transformaban en verdaderos apuntes que servían a los demás compañeros y compañeras. Eso en lo personal me obligaba a estar, permanentemente, en la biblioteca y revisar la bibliografía disponible tenía que ser más comprensivo que instrumentalizado. Esa era la metodología de aprendizaje, usando las herramientas que en ese entonces teníamos y debíamos ser creativos para aprender. Además, la clase no estaba diseñada para instrumentalizar profesionales. Había que entender que la contabilidad y la auditoría, debían representar una imagen fiel de lo que acontecía en los negocios. Creo que eso no ha cambiado. Lo que siempre ha sido un déficit, para cualquier carrera universitaria en cualquier lugar del mundo, es la falta de poder interactuar con la realidad, porque obviamente se trata de estudiantes en formación. Pero nosotros hemos logrado, como metodología, que en los últimos años de la carrera se aúnen conocimientos y habilidades (práctica). Nuestros estudiantes cuentan con la experiencia que exige una práctica profesional y diversas metodologías de desarrollo, por ejemplo, el método de casos, que los obliga a ir a las empresas a levantar casos reales. Estamos logrando también, que empresas de profesionales, básicamente las consultoras auditoras, empiecen a tomar un rol en esta alianza entre el mundo empresarial con los campos que se desarrollan en las especialidades de la carrera. Eso implica que hay cursos que ya se ofrecen (incluso en pregrado) donde las empresas se hacen cargo de una clase, con sus equipos, con su gente. Hay empresas de primer orden en la auditoría que ya tienen la responsabilidad de cursos que ellos desarrollan, innovaciones, programas y obviamente está el enlace con esas empresas para el desarrollo de prácticas profesionales, para transmitir a los jóvenes más vivencias del mundo de los negocios y de la forma que se hacen las cosas en las empresas.

Entrar al mundo laboral ahora, es muy distinto de lo que fue para ustedes. Se enfrentaron a una realidad mucho más difícil, ¿cómo fue esa experiencia?

En la década del 60 y el 70 el escenario de actuación profesional era limitado y muy restringido. La economía estaba protegida, no se hablaba de globalización, internacionalización ni de alta competencia. Se caricaturizaba al contador como a ese señor que estaba en una oficina en el fondo con una lucecita sobre su cabeza, porque llevaba libros contables. Y ese era el rol. Pero venían cambios importantes en todo nivel.

En la década del 70 tuvimos una economía mucho más protegida y sabemos que la experiencia de estatizar el mundo de los negocios produjo algunas consecuencias que cada cual podrá reconocer y evaluar. Nuestro escenario era, o ir al sector público, que era básicamente la Contraloría General de la República, el Servicio de Impuestos Internos o algún otro organismo donde necesitaban a estos profesionales; o bien, a las empresas privadas; las que no requerían contador o auditor de nivel universitario. Para nosotros era un desafío grande al extremo que la mayoría, partimos llevando libros de contabilidad.

Estos cambios se asociaron a que con posterioridad, en los años 80 y 90 se produce el fenómeno de la globalización con la internacionalización de la economía y el enfoque de administrar empresas empieza a tener otra condición. El año 1974 empiezan a aparecer las Normas Internacionales de Contabilidad, se crea un organismo internacional que las emite y, paralelamente en Chile, ese año, se crea la comisión de principios y normas del Colegio de Contadores. Entonces se empiezan a abrir ventanas para darle otro carácter a nuestra profesión. Nosotros nos anticipamos a eso. El mérito de nuestros fundadores y de todos los que participamos en el proceso, fue el ir creando ya no una escuela de contadores públicos, si no que una clase privilegiada de profesionales de la especialidad.

¿Hacia dónde cree usted que va la carrera en los próximos 50 años, cuál es su proyección?

Nuestra carrera evidentemente no está orientada a funciones de tenedurías de libros o de declaraciones de impuestos, sino que a participar en los altos niveles de la gestión moderna de las empresas. La clave está basada en visualizar las oportunidades que el futuro presenta. El rol del profesional de la contabilidad presente y futuro es la clave para enfrentar como universidad pública a ese futuro.

Las claves del éxito de las instituciones, son la conducción y dirección de los planes de las empresas, su gestión en enfoques modernos y el necesario control.

Nosotros, como primera generación de egresados, nos fortalecimos en esta historia de 53 años de vida de la carrera, porque hay una plataforma muy firme de la cuál fuimos pioneros. Tenemos, por lo tanto, la obligación de que las nuevas generaciones consoliden y mejoren nuestro sello. Esa es, una gran misión.