Francisco Castañeda
Economista Usach

    En cualquier proyecto a emprender, debe considerarse un riguroso y metódico análisis previo. Este debe ser cualitativo y cuantitativo.
    Es cualitativo en el sentido de definir, en la forma más clara posible, qué necesidad estoy satisfaciendo con mi proyecto (un bien o servicio). Y este debe someterse a un testeo conceptual amplio: ¿cuáles son los factores de riesgo -industriales propios del rubro- o riesgos más globales (tasas de interés, tipo  de cambio) que podrían afectar mi proyecto?.
    En los riesgos del giro del proyecto es necesario analizar toda la cadena de valor: ¿cuál será el poder de negociación del gestor del proyecto con los proveedores de insumos?, ¿son estos los únicos oferentes?, ¿cómo es el canal por donde se distribuirá el producto o servicio que generará el proyecto?, ¿existe una tendencia a la concentración en ese particular mercado?, y así. El objetivo es reducir el riesgo de oportunismos postcontractuales, los cuales no pueden ser fácilmente anulados una vez que el proyecto realiza su inversión específica.
    Una vez conceptualizado el proyecto como un elemento que interactúa con factores locales así como globales, se debe proceder -en una segunda etapa- a la evaluación financiera. La literatura sobre esto es infinita, pero básicamente, se debe resolver: ¿cómo se va a financiar el proyecto?, cuánto es deuda y cuánto son aportes de recursos propios?, ¿el gestor del proyecto tiene suficiente acceso al crédito?, ¿él posee garantías reales?, entre otros factores.
    También surge el horizonte del proyecto a evaluar como variable relevante y se debe elegir un escenario de ingresos que sea compatible con una estimación conservadora de la demanda, para no "inflar" la rentabilidad. Así, una estimación conservadora permite afrontar escenarios negativos.
    Respecto de la estimación de costos, estos tienen una naturaleza más conocida, aunque también deben proyectarse considerando cambios en las variables macro-globales. También el proyecto debe considerar la posibilidad de ampliación (crecimiento) y, por cierto, la liquidación de activos en caso de fracaso.
    Como todo proyecto en papel y ante la evaluación de instituciones financieras, se requiere que el gestor tenga claras algunas medidas de rentabilidad básica (VAN, TIR). Esto es, en valor presente, los flujos del proyecto que tienen que compensar los egresos (costos e inversión inicial). Una alternativa aún más básica es inferir en cuántos meses o años se recuperará la inversión inicial.
    Es recomendable que el gestor conceptualice en su proyecto el denominado "costo de gestión del proyecto". Estimaciones de demanda y costos son cuasi-mecánicas, por lo general. Pero hay que hacerse una pregunta clave: ¿cómo se gestionará el proyecto?, ¿esta gestión es de alto o bajo costo? Muchas veces esto tiene que ver con el costo de oportunidad del emprendedor.


Publicado en Suplemento "Radiografía de la Inversión", de La Tercera.