César Pagliai, jefe del proyecto de cooperativas escolares del Centro Internacional de Economía Social y Cooperativa (CIESCOOP) de la FAE-USACH, habla sobre equidad en el acceso y calidad de la educación.
Por César Pagliai
Más allá de la importante discusión sobre la equidad en el acceso y calidad de la educación, que domina la agenda cada vez que se realizan marchas, tomas y declaraciones cruzadas, resulta relevante analizar también otros desafíos que afectan al sistema educativo chileno y por tanto al tipo de sociedad que estamos (re)produciendo.
En nuestras escuelas y liceos suelen conjugarse con más frecuencia los verbos competir, rendir o lograr, por sobre los de participar, colaborar o cooperar.
El énfasis dado al rendimiento académico como principal indicador de calidad en la educación pone los incentivos del sistema escolar y con ello, los del educador, el estudiante y el apoderado, en el mejoramiento del logro individual, favoreciendo una lógica competitiva entre estudiantes, cursos o establecimientos educacionales.
En este contexto resulta necesario difundir iniciativas que a pesar de su bajo perfil, contribuyen al enriquecimiento del proceso educativo escolar, cuestión no menor si se toma en cuenta lo planteado por UNESCO respecto del riesgo del reduccionismo racionalista, instrumental e individualista de la educación, producto del cual y en una hipotética aplicación de un SIMCE de la Solidaridad, sin temor a equivocarse, encontraríamos un decepcionante resultado.
Resulta importante, por tanto, relevar aquellas iniciativas que promueven el desarrollo de valores, habilidades y actitudes solidarias, democráticas y participativas al interior de los establecimientos educativos.
Las cooperativas escolares consisten en emprendimientos sociales donde el fin económico se pone al servicio de la comunidad escolar, funcionando mediante una adaptación del modelo de cooperativas. Se trata de un grupo de aprendizaje en el que se plantea un modelo de trabajo basado en la igualdad, la corresponsabilidad y la participación democrática de sus miembros.
En estos espacios, niños y niñas identifican necesidades o aspiraciones de bien común, deliberan sobre las formas de resolverlas y proponen formulas creativas de solución. Además definen voluntaria y colectivamente un plan de trabajo, identifican las necesidades de la comunidad escolar o de su entorno cercano, proponen servicios e iniciativas pertinentes y distribuyen sus ganancias en beneficio de la misma comunidad escolar. El profesor pasa a ser uno más en el proceso de gestación del emprendimiento, y cada niño o niña, independiente de sus notas y rendimiento, es un protagonista en la construcción de las iniciativas.
Se crean entonces bazares escolares, huertos orgánicos y empresas de gastronomía, por citar solo algunas de sus expresiones concretas, las cuales se han implementados en escuelas y liceos, mayoritariamente municipales, de comunas de distintas regiones en los últimos catorce años.
Desde la perspectiva de su impacto educativo y efectos multiplicadores, las cooperativas escolares suelen ser espacios en los que estudiantes que en el aula no destacan necesariamente por sus logros académicos, pasan a ejercer un rol protagónico como miembros de las cooperativas, participando como vendedores, administradores o elaboradores de los productos ofrecidos.
Lo anterior involucra un impacto concreto en las habilidades relacionales y comunicativas de los y las estudiantes, en el fortalecimiento de su autoestima, ejercitándolos en el trabajo de equipo, la resolución de conflictos e incluso potenciando sus aprendizajes en el área de conocimientos y habilidades matemáticas asociadas a contabilidad y gestión de los recursos comprometidos en el negocio o emprendimiento.
Incluso desde una mirada estrictamente curricular, estas iniciativas locales aportan en la consecución de los objetivos fundamentales transversales de la educación básica o media, vinculados a la dimensión ética y valórica del proceso de aprendizaje de niños, niñas y adolescentes.
Este tipo de experiencias constituyen una pequeña muestra, pero no por ello menos alentadora y replicable, de expresiones asociativas y cooperativas inspiradas en una mirada social de la economía y de la educación, que contribuye a dar contenido y valor a estas dos dimensiones tan relevantes de la vida humana.
La ONU declaró al 2012 como el año Internacional de las Cooperativas, debido a su contribución en el desarrollo económico y social, especialmente su impacto en la reducción de la pobreza, la creación de empleos y la integración social.
En ese sentido, la iniciativa de cooperativas escolares es un aporte en la generación de una conciencia más humana y solidaria de la economía para los niños y niñas del país.
César Pagliai es antropólogo y jefe del proyecto de cooperativas escolares del centro internacional de economía social y cooperativa (CIESCOOP) de la Usach, el que se realiza junto a Coopeuch.
www.cooperativasescolares.cl