Francisco Castañeda G.
Académico Universidad de Santiago de Chile

Se argumenta que los mercados son desafiables por cualquier nueva empresa entrante, cuando existen bajas barreras a la entrada a esa industria. Además si las rentas económicas son altas (tienen una rentabilidad más alta a la que le corresponde a esa industria en esa clase de riesgo), las rentas anormales se podrían disipar teóricamente por la entrada de nuevas firmas que están interesadas en estos beneficios (ergo "tendríamos mayor competencia"). Pero, cuando la economía presenta mayores niveles de concentración, el bienestar social para los consumidores disminuye, por que sus posibilidades de elegir se resienten. 

El crecimiento de las empresas, sobre todo las grandes firmas, obedece al interés por alcanzar mayores volúmenes de producción y/o ventas, de modo de prorratear sus costos fijos. Así, en teoría, "hunden" costos, los que les permite alcanzar mayores grados de eficiencia. Así, su mayor poder de mercado o su capacidad de fijar precios sobre sus costos de marginales de operación, vendrían dados por estos "factores de eficiencia". Además, esto les otorga mejor poder de negociación para contratar los bienes y servicios relacionados con su actividad productiva (servicios de outsourcing, proveedores, etc), lo que refuerza el patrón desigual de concentración económica.

La ortodoxia afirma que es positivo que la relativa alta tasa de destrucción de PYMEs (la gran mayoría quiebra antes de los 5 años) es consistente con "la competitividad" que debe prevalecer en estos mercados. Así, el capital se reasignaría hacia actividades más eficientes, lo que es virtuoso para la economía por que genera las ganancias de productividad que requiere el crecimiento económico. Pero, ¿qué ocurre en la práctica? 
    Las PYMEs dependen de las condiciones contractuales establecidas por estos operadores de mayor tamaño ("más eficientes"), los que establecerán su peso específico en la relación de intercambio, traspasando parte de ese poder en desmedro del eslabón más débil en la cadena productiva (esto ocurre en los grandes centros comerciales, grandes cadenas, poderosas marcas comerciales, y a través de toda la economía). De esta forma, el negocio productivo de estas firmas pequeñas no es capaz de compensar la extracción de renta por parte de empresas más grandes. Firmas pequeñas a través de mayores costos financieros, financian en parte el capital de trabajo de las firmas más grandes.

Un evento muy común en esta relación es la fragilidad contractual afectando ex post inversiones ya materializadas. Esta fuera de discusión que estas empresas presentan bajo grado de innovación y bajos niveles de capitalización y garantías, lo cual refuerza el racionamiento de crédito bancario. Entonces, ¿qué podemos hacer?

La concentración es una realidad de mercado que asfixia al tejido productivo más pequeño, pero también entrega la posibilidad de explotar nichos no cubiertos a empresas de menor tamaño, así como permite el suministro de bienes y servicios en nuevas áreas. El argumento de que el mercado no es desafiable, porque no hay otra alternativa que no sea aquella de invertir y competir con el operador establecido, es bastante poco creíble. 

Para contribuir positivamente a este tipo de firmas, se ha creado el proyecto "Clínica Pyme - Usach" que asesora a estas empresas a través de docentes (tutores) y alumnos de últimos años. Esta es una iniciativa enmarcada en la responsabilidad social universitaria (RSU) de USACH, que nace desde el Consejo de Desarrollo Social Empresarial (CDSE), que preside don Gustavo Ramdohr.
Publicado en La Nación