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Facultad de Administración y Economía

Del ritual del boceto al arte que comunica: la trayectoria ilustrada de Mariana Sánchez

Del ritual del boceto al arte que comunica: la trayectoria ilustrada de Mariana Sánchez

Diseñadora gráfica y espíritu sensible, Mariana Sánchez dibuja “como los dioses” y, a punta de bosquejos, convierte lo cotidiano en algo luminoso. Ama la naturaleza, el sol y a los animales, sueña con seres mitológicos, lee con devoción y atesora la música clásica.  En la FAE Usach, su talento y calidez se reflejan en su disposición a ayudar y en ese lápiz siempre listo para transformar ideas en belleza.

Mariana suele cantar como las princesas mientras está trabajando concentrada en su escritorio. Si te acercas, quizá escuches apenas un tarareo; lo suficiente para que, por un segundo, parezca que los pajaritos se detienen a escuchar.

Con una calidez que se nota en los gestos y la disposición a ayudar, Mariana prefiere la discreción. El dibujo se convirtió en su lenguaje más fiel: “es la forma que tengo de expresar lo que no sé decir; me ayuda a procesar lo que pienso y siento”. Dibuja desde niña; en la adolescencia, los cuadernos de matemáticas terminaron llenos de bosquejos y, por las noches, el lápiz seguía hilando historias. Partió con animales y, cerca de los 13, las personas tomaron el centro de la escena.

Estudiar Diseño fue un movimiento natural: la animación siempre la fascinó como manera de narrar y el diseño le dio herramientas concretas para sostenerse sin renunciar a lo creativo. Su mesa de trabajo, eso sí, tiene un ritual: papel y grafito (o portaminas) de distintas durezas y colores, donde el bosquejo manda. “En el boceto se expresa con más fuerza el artista; lo demás es definición y pulido”, dice. Y cuando lo requiere, su iPad se suma como aliado fiel.

Mariana dibuja con una sensibilidad que bebe de fuentes diversas. De Glen Keane heredó la emoción puesta en los personajes —sí, el creador de Ariel, la Bestia y Tarzán— y aún la conmueve “The Duet”. Admira a artistas contemporáneos como Lois van Baarle (Loish), Yoh Yoshinari, Alan Lee y Wylie Beckert; y también a clásicos ilustradores como Arthur Rackham, Alphonse Mucha, Beatrix Potter, Cicely Mary Barker y J. C. Leyendecker. En el panteón mayor, su brújula apunta a Da Vinci, Bernini, Dürer, Miguel Ángel, Botticelli y Canova: recordatorio de que el arte busca una belleza profunda y que se le puede dedicar, literalmente, la vida entera.

Si la vida fuera un largometraje animado, Mariana sería Bella (sí, la de “La Bella y la Bestia”): la lectora curiosa que no calza del todo con su entorno y sigue sus intereses con calma y honestidad. Quizá por eso, cuando le tocó darle alma a Faelino —la mascota de la FAE—, lo pensó cercano y antropomórfico, con virtudes y defectos: se estresa con las pruebas, a veces le cuestan las materias, pero tiene la cabeza y el corazón abiertos para aprender y ayudar. Un personaje en crecimiento, como el mejor de los bosquejos.

Entre sus trabajos, Mariana atesora estudios de esculturas y montones de bocetos, algunos más terminados que otros. Últimamente asiste a sesiones de dibujo en vivo: práctica que la ha afinado en proporciones y expresividad. Su mayor desafío no está en la técnica, sino en la mente: es muy autocrítica y le cuesta compartir sus obras porque siempre ve “eso” que podría mejorar. Sueña con publicar en línea con más frecuencia; mientras tanto, prefiere la constancia y el aprendizaje paso a paso (y un poquito de paciencia, como para que el trazo respire).

La naturaleza es su guarida y su musa. Ama las plantas y, por sobre todo, a los animales. Como anécdota, Mariana todos los días saca a tomar sol a una de las varias plantas que la acompañan diariamente en su puesto de trabajo. Un día la notó triste y pensó que el sol la reviviría, y así fue.  Sueña con seres mitológicos, con mundos donde la imaginación y la ternura hacen leyes propias. Cuando no dibuja, lee mucho —es culta y curiosa, especialmente en arte— y la música clásica la acompaña como una banda sonora íntima.

Y si esta entrevista fuera una viñeta de tres cuadros, el último la mostraría frente a la FAE, con libreta y lápices, envuelta de verde y de cielo. El mensaje final sería una invitación a detenernos: a mirar las formas de las nubes, a seguir con la vista a los insectos que polinizan las flores, a admirar la cordillera que amanece distinta cada día, a escuchar los peces y el agua en la pileta del patio. En tiempos de ruido, Mariana propone —con voz bajita y lápiz firme— volver a lo pequeño y encontrar ahí lo más grande.

No hay estridencia en su cierre; hay cuidado. Mariana ordena sus lápices como quien guarda un jardín. Entre mitos y hojas, su obra respira hondo y nos susurra una idea simple: mirar mejor, sentir más y dejar que lo esencial tenga la última palabra.

Facultad de Administración y Economía #Transformaconvalor