La crisis de Grecia no detiene su escalada. A esta se suman España, Portugal, Irlanda y Inglaterra. Las características de la crisis son falta de competitividad, carencia de una base industrial definida (caso alemán)y una excesiva dependencia de la economía de los bienes raíces. Déficits fiscales del 13% del PIB, alto endeudamiento estatal y una reticencia de ciudadanos a recibir menos prestaciones sociales (incomparables con el caso chileno). El fin de la burbuja contrae el crédito para el sector privado, financiando la banca (ciertamente en el caso español) al sector estatal, y de esa forma desfasando la oportunidad de ajustar al abultado sector público. En el caso del rescate griego la exposición de la banca alemana (y francesa) transformó a Grecia en un país subprime (dinero fácil y financiamiento ad eternum de déficits). Así la responsabilidad es compartida lo que se desprende de los paquetes de ayuda (para no "ajustar las pérdidas en los balances franco-alemanes") y posponiendo el ajuste. Alemania posee una alta calificación del trabajo y especialización industrial, y no posee burbuja de bienes raíces. Pero la resolución de la crisis pasa por fortalecer el consumo interno de Alemania (exporta el 40% del PIB), y robustecer la oferta exportadora de países como Grecia. Para eso se requiere una política industrial que se centre en la competitividad, y un ajuste en los excesivos déficits. De lo contrario, se pondrá en peligro ciertos derechos sociales que han diferenciado a Europa del esquema anglosajón.
Publicado en el Diario Financiero y Estrategia