En los últimos doce meses el dólar ha tenido una fluctuación relativamente importante respecto de las principales monedas del mundo. Tomando como base el valor en agosto de 2009 del índice dólar (DXY), que mide su valor contra una canasta de monedas, se observa hasta diciembre una tendencia a la baja; alcanzando su valor mínimo a comienzos de diciembre, cayendo 3,8% respecto de agosto. De ahí en adelante la tendencia cambia y se inicia un alza que llega a su máximo en la primera semana de junio de este año; el índice creció 18,5% en relación a su valor mínimo en diciembre. Hasta ayer la tendencia ha sido nuevamente declinante; el índice ha perdido 7% de su valor respecto al máximo alcanzado en junio.
Evidentemente detrás de estos movimientos está la evolución que han tenido las principales economías del mundo. La fase ascendente del dólar coincide con la visión optimista que imperó desde fines del año pasado respecto de la solidez relativa de la recuperación de la economía de EE.UU. La baja reciente está conectada a la moderación que ha tenido el optimismo inicial. La nueva caída en la demanda de bienes durables producidos por la industria de EE.UU. en junio, ha marcado la evolución de los mercados en estos días. Lo que se puede prever hoy es que los datos que seguiremos recibiendo de la economía de ese país no serán un apoyo al valor del dólar.
Mientras esto ocurre en los mercados internacionales, la evolución local del peso no se diferencia mucho de lo que vemos afuera. Entre agosto y diciembre de 2009 (y tomando los mismos días usados para los cálculos previos) nuestra moneda se apreció respecto del dólar en 8,4%, de ahí en adelante se deprecia hasta junio de 2010 en 9,1% y desde ese momento hasta ayer se vuelve a apreciar en 4%. Es claro que las diferencias entre la evolución del DXY y nuestra paridad peso-dólar tienen que ver con las condiciones que afectan la situación relativa de nuestras dos economías, pero sin duda las tendencias globales no pueden sino reflejarse nítidamente en nuestro mercado. Eso sugiere que podemos esperar que el peso tenga todavía alguna apreciación adicional en las próximas semanas.
Evidentemente detrás de estos movimientos está la evolución que han tenido las principales economías del mundo. La fase ascendente del dólar coincide con la visión optimista que imperó desde fines del año pasado respecto de la solidez relativa de la recuperación de la economía de EE.UU. La baja reciente está conectada a la moderación que ha tenido el optimismo inicial. La nueva caída en la demanda de bienes durables producidos por la industria de EE.UU. en junio, ha marcado la evolución de los mercados en estos días. Lo que se puede prever hoy es que los datos que seguiremos recibiendo de la economía de ese país no serán un apoyo al valor del dólar.
Mientras esto ocurre en los mercados internacionales, la evolución local del peso no se diferencia mucho de lo que vemos afuera. Entre agosto y diciembre de 2009 (y tomando los mismos días usados para los cálculos previos) nuestra moneda se apreció respecto del dólar en 8,4%, de ahí en adelante se deprecia hasta junio de 2010 en 9,1% y desde ese momento hasta ayer se vuelve a apreciar en 4%. Es claro que las diferencias entre la evolución del DXY y nuestra paridad peso-dólar tienen que ver con las condiciones que afectan la situación relativa de nuestras dos economías, pero sin duda las tendencias globales no pueden sino reflejarse nítidamente en nuestro mercado. Eso sugiere que podemos esperar que el peso tenga todavía alguna apreciación adicional en las próximas semanas.
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