Se trata de Omar Pérez Riveros, quién estudia los mecanismos de toma de decisiones basados en la noción de probabilidad de recompensa. El experimento usa un escenario donde la decisión de los participantes consiste en insertar créditos en máquinas dispensadoras para obtener recompensas de chocolate ficticios.
Se trata de Omar Pérez Riveros, quién estudia los mecanismos de toma de decisiones basados en la noción de probabilidad de recompensa. El experimento usa un escenario donde la decisión de los participantes consiste en insertar créditos en máquinas dispensadoras para obtener recompensas de chocolate ficticios.
La psicología experimental ha tenido una gran influencia en la ciencia económica moderna. A juicio de l investigador Omar Pérez, del Instituto de Neurociencia Comportamental de la Universidad de Cambridge, el trabajo de Tversky y Kahneman, Thaler y otros, ha demostrado que los supuestos que subyacen a la mayoría de los modelos usados en teoría económica no parecen ser correctos. "A pesar de lo que los investigadores en Economía piensan, las personas pueden equivocarse sistemáticamente en sus decisiones", indica.
Uno de los supuestos básicos de cualquier modelo de comportamiento económico dice que las personas escogen la mejor de las opciones de acuerdo al nivel de felicidad, o utilidad subjetiva, que cada opción les proporciona. "Psicológicamente, lo anterior implica que las personas son capaces de saber las características de cada opción, computar una felicidad, y posteriormente escoger la mejor alternativa", argumenta Pérez.
En la vida real, continúa Pérez, las opciones no son tan simples. Las personas pueden saber las características de cada opción, pero la posibilidad de obtenerlas puede no ser segura; las decisiones son en general probabilísticas, no determinísticas. "El mejor ejemplo es el casino: la mayoría de las decisiones podrían pensarse como alternativas de apuestas en un casino donde se sabe que las probabilidades de obtener un premio (ruleta), o no las sabemos (maquina tragamonedas)", explica.
Incluso cuando las personas saben las probabilidades de obtener una recompensa—como en la ruleta—tienden a representar tales probabilidades de formas que no se ajustan a los supuestos económicos racionales. "Las personas, por ejemplo, tienden a sobreestimar las probabilidades bajas cuando juegan en el casino por obtener un premio, pero a subestimar las probabilidades bajas de perder algo que ya poseen. Por esta razón, la gente compra seguros de vida frente a eventos como ataques de osos o un trueno que les caiga en la cabeza, pero al mismo tiempo es capaz de perder todo su dinero apostando a la lotería", añade el investigador de la Universidad de Cambridge.
Experimentos con animales han demostrado una paradoja similar para los supuestos económicos. Si dos opciones significan una recompensa idéntica (por ejemplo, una unidad de jugo de naranja), entonces una persona debiera sentirse indiferente frente a ambas opciones. "Sin embargo, esto no ocurre en el laboratorio. Lo que estos experimentos muestran es que los sujetos escogen una opción más que otra dependiendo de la forma en que estas opciones generen las recompensas".
En la vida real, las decisiones son recompensadas dependiendo generalmente de dos variables, argumenta Pérez. La primera es la probabilidad de recompensa. Pero a veces las decisiones no son recompensadas por cada vez que se toma la decisión, sino de acuerdo a dejar pasar un tiempo entre la toma de decisiones. "Cualquiera que haya ido a un casino sabe que las maquinas tragamonedas en el casino pagan de forma aleatoria. Sin embargo, es común ver a personas esperando un tiempo para tomar la decisión de apostar nuevamente. Esta ilusión no esta exenta de fundamentos: las personas conocen que este patrón se produce en la vida diaria, por ejemplo, cuando toman la decisión de revisar el correo electrónico, o cuando deciden ir a ver a un profesor a su oficina que se encuentra ausente. La principal característica de estas opciones es que si uno trabaja más, tomando la decisión reiteradamente, la probabilidad de recompensa no varía", agrega.
"Independientemente de la cantidad de veces que uno toque la puerta de la oficina del profesor, el tocar la puerta mas veces o ir mas veces no cambia la probabilidad de que el profesor vuelva; trabajar mas no implica mayor cantidad de recompensas. Esto, sin embargo, no se cumple en el caso de que la probabilidad de recompensa sea fija por cada decisión. Aquí, mientras más veces se toma la decisión, más recompensas se pueden obtener: más trabajo implica en este caso más recompensas".
El experimento
¿Qué pasaría si contáramos la cantidad de veces que una estudiante, Florencia, va a la oficina del profesor Iván Cardemil a ver si lo encuentra y posteriormente dividiéramos la cantidad de veces que lo encontró en una semana por este número? El resultado es que tendríamos una medida de la probabilidad de recompensa (encontrar al profesor) por cada vez que la Florencia tomo la decisión de ir. ¿Que pasaría si ahora tomáramos esa probabilidad y le dijéramos al profesor que apareciera en su oficina con tal probabilidad cada vez que Lorena, otra estudiante, fuera a verlo? Lo que muestran los resultados en el laboratorio es que Lorena decidirá ir muchas veces más que Florencia.
El experimento de Oscar, que está corriéndose en el Centre for Experimental Social Sciences de la U. de Oxford y la USACH. En él, usa un escenario donde la decisión de los participantes consiste en insertar créditos en máquinas dispensadoras para obtener recompensas de chocolate ficticios.
Si la probabilidad de recompensa es la misma entre máquinas similares, ¿decidirán los participantes trabajar más por la que genera la recompensa sin depender del tiempo? ¿Si esto es así? ¿Por qué?
La idea de este experimento es comprobar que la noción de control causal sobre obtener la recompensa propia de aquellas decisiones que dependen del tiempo transcurrido (como ir a ver al profesor Ivan Cardemil a su oficina) es menor que en aquella donde la probabilidad depende de la cantidad de veces que los participantes tomen la decisión (como el caso de Lorena). Si fuera así, otras áreas de investigación modernas, como la Neuroeconomía—en donde se intenta establecer la noción de utilidad subjetiva entre distintas opciones en el cerebro—tendrían que tomar esto en cuenta a la hora de establecer conclusiones acerca de los mecanismos de toma de decisiones basados solo en la noción de probabilidad de recompensa.