José Gabriel Palma, destacado economista, académico de la Facultad de Administración y Economía de la USACH y de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, se refiere, entre otros temas al neoliberalismo o neo- parasitismo y hace una radiografía al ciclo político económico.
José Gabriel Palma, destacado economista, académico de la Facultad de Administración y Economía de la USACH y de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, se refiere, entre otros temas al neoliberalismo o neo-parasitismo y hace una radiografía al ciclo político económico.
La entrevista realizada por la cientista política Cristina Ruiz del Ferrier y el licenciado en economía, Horacio Rovelli al Doctor José Gabriel Palma, investigador de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad de Santiago de Chile, da a conocer aspectos variados de la contingencia económica mundial y local, señalando, entre otras cosas que "Donald Trump podría perfectamente ser un monstruo de Frankenstein, construido a partir de componentes de nuestros héroes visionarios, aquellos que desinteresadamente introdujeron las reformas en América Latina: Los Siete Magníficos, quienes marcaron para siempre el neo-liberalismo de la región".
Los entrevistadores comenzaron preguntando al economista cuál era su explicación para el difícil escenario político-económico que América Latina atraviesa en la actualidad. A continuación los dejamos con la entrevista.
¿A qué asocia centralmente el difícil escenario político-económico que América Latina atraviesa en la actualidad?
Unos más, unos menos, el panorama es uno de cuesta abajo en la rodada. Nunca he visto a una América Latina tan carente de ideas y ¡justo cuando más las necesitamos! En política económica el discurso hegemónico es el mismo de hace más de 30 años y el mundo ya no puede ser más distinto.
En política comercial se repite lo mismo que antes del surgimiento de China (e India); en lo financiero lo mismo que antes que se desarrollara el monstruoso mercado financiero internacional actual; y en política industrial igual de perdidos (por ahí alguna buena intención, que jamás se concreta). Voces alternativas se siguen desechando como ruido. Nuestras economías están en un limbo y nadie parece tener idea cómo reenergizarlas −fuera de hacer más de lo mismo, ojalá mejor−. Nunca países de ingreso medio se han podido desarrollar en esa forma "vegetativa". Quizás lo peor fue como nos farreamos el (mal llamado) 'super-ciclo'. Cuesta encontrar nuevas capacidades productivas −salvo más de lo mismo en lo extractivo−.
Al menos algo subió el gasto social. Y ahora que los precios de los commodities vuelven a niveles más normales el panorama es desolador: ajustes, desaceleración y más deuda.
Nos farreamos una de esas oportunidades que cuando mucho llegan una vez por generación. Aunque un desastre como el actual es algo complejo y, de seguro, sobredeterminado si tuviera que identificar a dos prima donnas en la interacción de la indolencia, elegiría a nuestra elite capitalista (por su insustancialidad), y a la así llamada 'nueva izquierda' (por su marchitamiento ideológico).
Partamos por lo primero.
Bien. Parafraseando a Mario Vargas Llosa, la piñata de las privatizaciones y la de los recursos naturales jodió el modelo desde el principio, como un árbol que nace chueco y nunca más se pudo enderezar. De ahí para adelante se siguieron premiaron todo tipo de opciones cómodas para acumular, del tipo rentista, depredador, especulador y como 'traders'. Pero esos espacios se agotaron y el modelo ya topó fondo. Por eso (como diría Nicolás Guillén), de igual forma como ya se autorregalaron al agua de las lluvias, los deshielos de primavera, los peces del mar, los minerales de las rocas, los bosques nativos y las aguas de los fiordos, ¿por qué no darle nueva vida al modelo parcelando el cielo y los glaciares del sur, y creando derechos a los rayos del sol, a las olas del mar, a las corrientes marinas y a los vientos cordilleranos? Seguro que al menos en Chile ya tienen grupos de consultores, llenos de neocamaradas, trabajando en eso.
El gran problema, como diría Oscar Wilde, fue que en este modelo esforzarse para ganar plata haciendo algo útil en lo productivo no-primario pasó a ser signo de falta de imaginación. El año pasado, la productividad promedia por trabajador en la región fue igual a la de 1980 (US$34 mil, precios del 2015, PPP).
Si bien hay diversidad entre países y sectores, ¡eso sí que es estancamiento promedio! 36 años. El contraste con los países asiáticos es notable, incluido en la forma en la que se hicieron las reformas –la productividad promedia por trabajador en el Asia emergente se sextuplicó en dicho período, creciendo al 5.3% real anual. Dejando a Filipinas de lado (el país latinoamericano honorario en Asia), el menos dinámico del Asia emergente en esta variable (Malasia) tiene una tasa de crecimiento que es 50% mayor a la del más dinámico en nuestra región (Chile). No por nada llega a ser insólito como nuestras corporaciones le hacen el quite a competir con sus pares asiáticos en cualquier cosa productiva. Tiran la toalla sin siquiera intentar. Les da lo mismo que a raíz de eso casi todo lo interesante para el crecimiento queda en Asia. Se conforman con enviar a China el petróleo en crudo, el cobre como concentrado, el hierro en bruto, la madera como astilla y la soja en poroto; hasta la nuez va con cáscara. Total, en la economía interna han construido toda una maraña de mecanismos compensatorios a su falta de dinamismo, como el poder extraer a gusto todo tipo de rentas que le subsidian –y ayudan a perpetuar− sus inhibiciones productivas. Y el mayor subsidio de todos, por supuesto, es nuestra gran desigualdad −el poder sacar un pedazo grande de una torta chica−.
Para leer la entrevista completa, acceder aquí.
Para leer versión Ciper Chile, acceder aquí.