Francisco Castañeda
Académico FAE
Los créditos de consumo (y todas las alternativas crediticias) tienen un estrecho vínculo con el desarrollo futuro de la economía. La crisis asiática nos dejó profundas lecciones respecto de esto. Un crecimiento acelerado del gasto de manera inevitable terminará afectando a la economía como un todo, principalmente cuando los términos de intercambio se deterioran (por ejemplo, el desinfle del precio internacional del cobre).
El auge desmedido de los créditos de consumo de aquella época terminó por reestructurar la industria: desaparecieron las denominadas "financieras" y se crearon las divisiones de créditos de consumo bancarias. El manejo del riesgo crediticio se profesionalizó todavía más. Incluso la normativa de provisiones para créditos impagos se hizo más exigente. Los incentivos del área comercial en los bancos ya no estaban sólo en función de las colocaciones; también la mora de créditos afectaba el retorno a su desempeño. Lo mismo sucedía con las áreas de análisis de riesgo crediticio.
Pero el surgimiento de bancos de nicho, en conjunto con una mayor competencia bancaria, y una política monetaria con sesgo a la baja en la tasa de instancia (sobre todo en el período previo a la crisis subprime), se habían traducido en un excesivo mayor volumen de crédito para las familias. Así es que en la actualidad la transmisión de la crisis financiera ya está afectando al sector real de la economía. Los grupos más vulnerables concentran la mayor parte de su deuda en el corto plazo; por tanto, no son inmunes a shocks sectoriales o macro-financieros. De ahí que la denominada frase de que "de acuerdo con estándares internacionales, en Chile se puede penetrar aún más el mercado en términos de créditos", debe ser analizada a la luz de la estabilidad que requiere el consumo en el largo plazo.
En la coyuntura actual, la banca local redujo su gasto de provisiones en empresas, mientras las aumentó en el segmento personas, manteniendo un índice de provisiones de 1,64% a octubre, lo cual es consistente con una anticipación de los riesgos crediticios. No obstante, la cartera vencida se ha incrementado en 7% desde principios de año, lo que demuestra el deterioro del ambiente de negocios que ya comienza a exhibir la economía. De hecho, a octubre el gasto en provisiones iguala a las utilidades de la banca, debido principalmente al mayor riesgo de las carteras, a la mayor morosidad y a un entorno macroeconómico claramente más restrictivo. También los créditos de consumo bancarios en octubre muestran una severa contracción debido a la disminución del ítem deudores de tarjeta de crédito.
En la misma línea, el gasto en provisiones informado por el retail está creciendo a cifras sobre 10%. Esto ha llevado al retail a ser más exigente en sus procesos crediticios, a reducir inventarios y a negociar precios con sus proveedores, porque un dólar alto los afecta fuertemente en sus márgenes de comercialización.
La historia anterior encaja perfectamente con las proyecciones de expansión de la demanda interna y producción para el próximo año: una nula expansión del consumo y la inversión, adicionado a un escuálido crecimiento de 1% del PIB (ambos para 2009). Las mayores exigencias crediticias minimizan los efectos negativos de pérdidas patrimoniales para los operadores financieros, pero también generan que proyectos de inversión se pospongan, con el consiguiente impacto negativo sobre el empleo. Volver a encontrar un nuevo equilibrio será el gran desafío de los actores financieros.